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Un mundo en el que todos los embarazos sean deseados. Este objetivo es un pilar central de nuestra misión en el UNFPA.

Todo ser humano tiene derecho a la autonomía corporal y tal vez no haya nada más fundamental para el ejercicio de ese derecho que la capacidad de decidir si se quiere tener un embarazo, cuándo y con quién.

El derecho humano básico a decidir libre y responsablemente el número de hijos y con qué frecuencia tenerlos ha sido reconocido en numerosos acuerdos internacionales sobre derechos humanos en los últimos cinco decenios. Durante este mismo periodo, el mundo ha asistido a un gran aumento de la disponibilidad de anticonceptivos modernos y eficaces, uno de los mayores logros en materia de salud pública de la historia reciente.

¿Por qué, entonces, casi la mitad de los embarazos son no intencionales?

En 1994, el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD) reconoció que el empoderamiento, la igualdad plena y la autonomía de las mujeres eran esenciales para el progreso social y económico. Estos objetivos son en la actualidad uno de los pilares sobre los que se asienta la consecución de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. En ella se reconoce explícitamente el papel de la salud sexual y reproductiva y la igualdad de género para abrir las puertas de un futuro más próspero. Contiene asimismo indicadores específicos vinculados a la capacidad de las mujeres y las adolescentes para tomar decisiones informadas sobre las relaciones sexuales, el uso de anticonceptivos y la atención de la salud reproductiva.

Por este motivo, la labor del UNFPA se centra en ampliar el acceso a la información y los servicios que las mujeres y las niñas necesitan para ejercer sus derechos y tomar decisiones en materia de reproducción, que sustentan la igualdad de género y les permiten tener un mayor poder sobre sus vidas y desarrollar su pleno potencial.

Somos conscientes de los enormes costos que conllevan los embarazos no intencionales: costos para la salud, la educación y el futuro de los individuos, costos para los sistemas sanitarios en su conjunto, los trabajadores y las sociedades. La pregunta que surge es: ¿por qué no se han tomado medidas adicionales para garantizar la autonomía corporal de todos?

El tema de este informe es complejo, en parte porque es muy común. Casi todo el mundo cuenta con una experiencia que pueda servirle de referencia, por haber tenido un embarazo no intencional o por conocer a alguien que haya estado en esa situación. Para algunos individuos es una crisis personal, otros pensarán que no hay mal que por bien no venga.

Más allá del contexto personal, los embarazos no intencionales tienen raíces sociales y consecuencias globales. Por lo tanto, este no es un informe sobre bebés no deseados, ni de accidentes dichosos. No trata tampoco de la maternidad. Y aunque no es posible mantener este debate sin mencionar el aborto —dado que más del 60% de los embarazos no intencionales terminan en aborto—, tampoco es un informe sobre este procedimiento. De lo que sí trata este informe es de las circunstancias que existen antes de un embarazo no intencional, cuando la capacidad de decisión de una persona o de una pareja se ve socavada gravemente, y de las muchas repercusiones que le siguen, que afectan a los individuos y a las sociedades a lo largo de varias generaciones.

Vemos, a través de la investigación original de los autores y en los nuevos datos de las organizaciones asociadas, que la vergüenza, el estigma, el miedo, la pobreza, la desigualdad de género y muchos otros factores merman la capacidad de decisión de las mujeres y las niñas, de buscar y obtener anticonceptivos, de negociar el uso del preservativo con la pareja, de alzar su voz y perseguir sus deseos y ambiciones. Por encima de todo, este informe plantea preguntas provocadoras e inquietantes sobre la valoración que merecen al mundo las mujeres y las niñas más allá de sus capacidades reproductivas. Porque reconocer la plena valía de las mujeres y las niñas, y permitirles contribuir plenamente a sus sociedades, significa garantizar que tengan los recursos, la información y el poder necesarios para tomar por sí mismas esta decisión fundamental.

Es imposible establecer con precisión, y mucho menos cuantificar, cuál es el número total de embarazos no intencionales. Sin embargo, cada vez hay más pruebas que apuntan a unos costos de oportunidad enormes: desde las correlaciones entre las tasas de embarazos  no intencionales con los índices más bajos de desarrollo humano, pasando por los miles de millones de dólares en costos sanitarios relacionados, hasta la persistencia de elevadas tasas de abortos en condiciones de riesgo y las muertes maternas conexas. Los abortos en condiciones de riesgo son una de las principales causas de las más de 800 muertes maternas que se producen al día. Este es un precio que el mundo, sencillamente, no puede permitirse.

Cada vez queda menos para el 2030, la fecha límite para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de los propios objetivos transformadores del UNFPA: acabar con las necesidades insatisfechas en materia de planificación familiar, poner fin a las muertes maternas evitables y erradicar la violencia de género y las prácticas nocivas, como la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil. Es el momento de acelerar, no de retroceder, para transformar la vida de las mujeres y las niñas y llegar a las más rezagadas. Evitar los embarazos no intencionales es un primer paso innegociable. Cuando los individuos pueden tomar verdaderas decisiones informadas sobre su salud, su cuerpo y su futuro, están en situación de contribuir a unas sociedades más prósperas y a un mundo más sostenible, equitativo y justo.

Dra. Natalia Kanem
Directora Ejecutiva
Fondo de Población de las Naciones Unidas