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En noviembre de 2022, la población mundial rebasó el umbral de los 8.000 millones de personas. Para muchos de nosotros, este hito da algo que celebrar a toda la familia humana, ya que significa que disfrutamos de una vida más larga, un mejor estado de salud y más derechos y libertades que en cualquier otro momento de la historia.

No se puede negar la relación que existe entre la autonomía reproductiva y la mejora de la salud: cuando las mujeres tienen la potestad de tomar decisiones sobre su cuerpo y su vida, prosperan tanto ellas como su familia, al igual que la sociedad. Sin embargo, buena parte del planeta recibió un mensaje muy distinto. Muchos titulares de prensa lo interpretaron como el peligro de que la Tierra esté al borde de la superpoblación o de que algunos países y regiones estén condenados a la obsolescencia por culpa del envejecimiento. Por algún motivo, al hacer el cómputo de habitantes y batir los récords demográficos, los derechos y el potencial de las personas quedan relegados a un segundo plano con demasiada facilidad. Vemos una y otra vez como las tasas de natalidad se consideran un problema (y también una solución) sin apenas tener en cuenta la capacidad de acción de quienes dan a luz.

Sin embargo, buena parte del planeta recibió un mensaje muy distinto. Muchos titulares de prensa lo interpretaron como el peligro de que la Tierra esté al borde de la superpoblación o de que algunos países y regiones estén condenados a la obsolescencia por culpa del envejecimiento. Por algún motivo, al hacer el cómputo de habitantes y batir los récords demográficos, los derechos y el potencial de las personas quedan relegados a un segundo plano con demasiada facilidad. Vemos una y otra vez como las tasas de natalidad se consideran un problema (y también una solución) sin apenas tener en cuenta la capacidad de acción de quienes dan a luz.

A estas alturas, el relato ya debería haber cambiado. En 1994, el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD) reconoció que promover la igualdad de género, fomentar el empoderamiento de las mujeres y velar por que estas pudieran tomar las riendas de su fecundidad tenían que ser los ejes centrales de los programas demográficos y de desarrollo.

En buena medida, esa visión se articuló porque los movimientos femeninos habían presenciado los atropellos que llegan a ocurrir si la planificación familiar se emplea como herramienta de “control demográfico” y las ventajas que el empoderamiento y la planificación familiar autónoma brindan a las personas. Hoy en día, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible indica expresamente que la salud sexual y reproductiva y la igualdad de género resultan fundamentales para abrir la puerta a un futuro más próspero y sostenible. Entonces, ¿cómo se explica que la autonomía corporal aún esté vedada a tantísimas mujeres? Según los datos más recientes que se recabaron en 68 países, alrededor del 44% de las mujeres con pareja no tiene la posibilidad de tomar decisiones sobre atención médica, sexo o anticonceptivos. ¿En qué se traduce esa cifra? Casi la mitad de los embarazos no son intencionales, lo que anula el derecho humano básico de las mujeres a decidir de forma libre y responsable cuántos hijos quieren tener y el intervalo entre ellos.

En la actualidad, el cambio climático, las pandemias, los conflictos, los desplazamientos en masa, la incertidumbre económica y otras cuestiones similares dan más fuerza a las preocupaciones en torno a la superpoblación y la despoblación. Sin embargo, la reproducción humana no es ni el problema ni la solución.

La presente edición del Informe sobre el Estado de la Población Mundial —que corre a cargo de un panel de asesores, investigadores y autores externos que colaboran con el personal técnico y los editores del UNFPA— estudia la relación entre la ampliación de nuestro concepto de población y el hallazgo de nuevas soluciones que potencien la resiliencia demográfica y contribuyan a forjar un futuro más próspero y equitativo.

Muchas de esas preocupaciones pueden remediarse con un enfoque que suele pasarse por alto: la promoción de la igualdad de género. En los países en proceso de envejecimiento y con bajas tasas de fecundidad donde la productividad laboral causa inquietud, el logro de la paridad de género en la fuerza de trabajo se considera el método más eficaz para impulsar la productividad y el crecimiento de los ingresos. En los países con tasas de fecundidad elevadas, se ha demostrado que el empoderamiento a través de la educación y la planificación familiar aporta notables beneficios en términos de crecimiento económico y desarrollo del capital humano.

Por eso mismo, el UNFPA reivindica que se intensifiquen las gestiones encaminadas a llevar a la práctica la autonomía corporal y respaldar la salud y derechos sexuales y reproductivos para toda la humanidad, que son los pilares de la igualdad plena, la dignidad y las oportunidades. Todas las personas que componen la familia humana tienen derecho a tomar decisiones libres y fundadas acerca de su salud, su cuerpo y su futuro. Cualquier debate sobre cuestiones demográficas debe partir de ese derecho. A fin de cuentas, la población gira en torno a las personas y a la creación de las condiciones para que los 8.000 millones de habitantes de la Tierra podamos llevar una vida plena y libre, iguales en dignidad y derechos, en un planeta sano, seguro y próspero. Si invertimos en la población y en su potencial, derechos y libertades, comprobaremos que toda la especie humana sale ganando.

 

Dra. Natalia Kanem

Directora Ejecutiva

Fondo de Población de las Naciones Unidas