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Es muy infrecuente que las mujeres sean combatientes en las guerras, pero demasiado a menudo son ellas quienes sufren sus peores consecuencias. La violencia por motivos de género, incluida la violación sexual, es un arma de guerra repugnante, de uso cada vez más reiterado. Los perjuicios inmediatos no se limitan a sus víctimas directas, sino que desgarran insidiosamente a familias enteras y desarticulan las sociedades durante varias generaciones.

Hace 10 años, el 31 de octubre de 2000, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas avanzó, con una medida importante y sin precedentes, hacia un nuevo territorio. Al reconocer la vulnerabilidad de las mujeres y las niñas a los actos de violencia durante los conflictos armados y después de su cesación, y también la ausencia o la escasa presencia de mujeres representantes en las acciones encaminadas a prevenir la guerra, consolidar la paz y restaurar las sociedades devastadas, el Consejo aprobó la resolución 1325. Por primera vez, en esa resolución el Consejo de Seguridad procuró oficialmente poner fin a esa postergación y promover activamente y aprovechar el potencial desperdiciado de las mujeres de todo el mundo en materia de paz y seguridad.

La edición de 2010 del informe Estado de la Población Mundial se publica en coincidencia con el décimo aniversario de aquella histórica resolución. En este informe se consideran las condiciones en que se encuentran las mujeres un decenio después, en situaciones de conflicto y posteriores a conflictos, así como en emergencias o crisis prolongadas.

El informe de 2010 es diferente de anteriores ediciones, en las cuales se adoptó un enfoque académico de los temas relativos al mandato y la labor del UNFPA, Fondo de Población de las Naciones Unidas. El actual informe adopta un criterio más periodístico, aprovechando las experiencias de mujeres y niñas, hombres y niños varones, durante las etapas posteriores a conflictos y otras perturbaciones catastróficas...